En esta pieza audiovisual, las cartas se convierten en una compilación de emociones pronunciadas en voz alta por una actriz que las lee e interpreta. Este gesto nos permite una identificación con “el otro”, en este caso, con la escritora de las cartas. Es un ejercicio en el que el paso del tiempo emborrona la imagen que se queda fuertemente anclada en la memoria; jugar a ensuciar, a distorsionar, a experimentar con elementos que nos alejan más que nos acercan a la realidad de la historia... En definitiva, lo que interpretamos a partir de las palabras de ella cuando dice: “Nunca aprenderé realmente a conocerte”.